jueves, 8 de septiembre de 2011

Dejando rastro


Existen migas en todos lugares, migas de existencia al vivir, migas de presencia al estar ausente, migas de verdad rodeadas de mentiras.

Arena, migas de desierto transportadas por el viento hacia la gran ciudad.

Migas de cristales al romperse, reflejando migas de mí al asomarme. 

Hojas, migas de árbol que alguna vez fueron un todo, ahora son  un ente sin rumbo, pero libre. 

Nubes, migas de tormentas y huracanes, condensadas de agua como leche azucarada. 

Recuerdos, migas de personas, hechos o cosas, historias soberanas de nuestra memoria, encapsuladas en píldoras que se toman cada ocho horas para dar a nuestra alma fortaleza.

Migas de avaricia esconde la riqueza bajo sus finas garras de nobleza.

Migas de debilidad hay en la fortaleza, el talón de Aquiles, una de ellas. Puntos débiles capaces de derribar fortaleza.

Migas como huellas dejando rastro, evidencian mi presencia aquí, pero mi ausencia allá. Dejamos migas para no perdernos, las migas son un comodín, pues la vida es un juego, uno donde jugamos a encontrarnos. Por eso inventamos realidades fantasiosas como mapas para que la búsqueda sea menos escabrosa. 

¿Y tú, ya dejaste rastro de migas para poder encontrarte al final del camino?

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