lunes, 19 de septiembre de 2011

Retoños


Madre, he cometido un crimen, no merezco ser tu hijo, lamento decírtelo pero no hallo forma alguna de desahogo. –¿Pero qué has hecho?—lo que te he dicho madre, la lleve al lugar más recóndito que te puedas imaginar, ella lloró y suplicó, yo no quería madre, pero no tenía otra opción. 

Sí madre, maté una ilusión, la mía, la de vivir, la de estar aquí, y yo morí con ella, mi cuerpo quedó inerte durante largo tiempo, los días eran frías sombras con un poco de luz resplandeciente. Mi sed era de razones, de preguntas existenciales. 

No llores, madre, su muerte me abrió los ojos, disipó la niebla tenebrosa que acechaba mis mezquinos sentimientos. Esa ilusión había sembrado en mi pecho semillas de esperanza antes de marcharse, sin darme cuenta, han renacido más ilusiones. ¿Sabes, madre?, tú regabas esas semillas de esperanza, sin darme cuenta, no sé como lo hiciste, pero lo hiciste. Ahora retoñan y no caben en mi pecho.

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