domingo, 1 de enero de 2012

El espejo de noventa años

El abuelo de la familia está hecho un viejo roble, al bajar con dificultad por las escaleras, no es él quien viene sosteniendo el bastón, es el orgullo mismo dando pasos con esfuerzo de sobremanera, rechaza toda mano amigable rondando su cuerpo en son de ayudar. «Yo puedo sólo» y no es necesario que lo pronuncie, basta con mirarlo a los ojos.
Le acomodan la silla, se deja caer sobre ella y la unión asemeja a un centauro totalmente rígido, de pronto su carácter es poseído por un general de sus tiempos revolucionarios de los cuales conserva las fotos amarillentas que hablan por sí mismas. Comienza a dar órdenes, todos le saludan, a pesar de que su memoria ha ido pagando facturas con altos intereses aún recuerda algunos rostros, escaneando poco a poco en rededor volteó hacía mí.
Esbozo una sonrisa elástica poco a poco y, a la par, él corresponde también convirtiéndonos así en el reflejo respectivo de cada quien. Me sentí entonces como aquel anciano de noventa y tantos años a la vez que él rejuveneció en mí. Me reflejé en un espejo de noventa años, pudiendo ver así cómo a él lo esculpieron en piedra y a mí en madera. Por un instante tuve noventa años de los cuales no aguanté, más que unos cuantos segundos, a cargar tanto sufrimiento contenido en una gran sonrisa.

2 comentarios:

  1. Bello escrito. La verdad la vejez pesa más en la mirada solitaria y resignada de aquellos que ya no saben que más esperar si no solo a que pasen los minutos... tan lentos como si ellos fueran quienes movieran el tiempo. Bellísimo en verdad. @MiSombraMasAzul

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  2. @Anónimo
    Estoy muy agradecido y de acuerdo contigo. La vejez sólo es otra etapa de la vida a superar. Saludos @MiSombraMasAzul

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