Comenzamos nuestro recorrido sobre el aire, las líneas entrecortadas
pasaban a nuestros pies y las luciérnagas formaban vallas a diestra y siniestra
mientras huíamos del pasado y correteábamos el presente. Huyendo de aquel lugar
sagrado donde la cebada crecía por doquier, campos de cebada hasta en las
nubes, aquella fiera rugía pero tosía como queriendo ahogarse cual escupefuego
que se quema por descuido en el acto. Leves montañas subíamos y bajábamos,
mientras los corazones bombeaban cafeína, la brújula comenzó a marcar hacía el
sur, las sorpresas no se hacían esperar, pues los conquistadores trovadores se
alistaban en los balcones de su doncella, los cantos no se hacían esperar.
Mientras yo, con la sensación de Aquileo, entrañando la recompensa que
arrebatada me será.
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