Desperté sin recordar nada, todo daba vueltas como el
planeta pero sin enmarcar las 24 horas, mis pensamientos no cesaban, como río
fluyendo entre las piedras, hacían un ruido extraño que mantenía mi atención
fija, al intentar girar la cabeza, miré a la medusa de frente, me miró
fijamente mientras sus cabellos de serpiente figuraban látigos queriendo
devorar de un bocado mi piel, mientras me miraba me quedé petrificado, no podía
moverme, mis brazos no me respondían al igual que mis piernas, no podía gritar
por más que mi mente sollozaba y esos gritos se opacaban una y otra vez, se
desvanecían en mi interior, mi cuerpo se había convertido en el cautiverio de
mi alma, la medusa se sonreía de forma expansiva mientras mi mente exigía
movilidad a mi cuerpo sin algún resultado. Mientras veía como poco a poco mi
cuerpo se convertía en piedra, imaginé en un segundo: cómo sería mi vida de
estatua, en lugar de pensamientos tendría palomas rondándome la cabeza, ya no
sentiría la brisa del mar, ya no probaría los deliciosos manjares de la vida.
Ojalá me pongan en un parque, me dije, así podré ver a las muchachas guapas
mientras el viento juega con sus cabellos y los turistas a mi lado tomándose fotos.
De pronto volví en mí, no se trataba de medusa, era un espejo, un espejo que
poco a poco me petrificaba mientras reflejaba mi realidad, mi realidad la cual
no aceptaba, la que siempre me mantenía atrapado en la imaginación, una
imaginación la cual puede mantenerme atrapado durante una eternidad en tan solo
unos cuantos segundos.
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