domingo, 27 de mayo de 2012

Al último


Tenía la mirada clavada en ella, la veía sufriendo ahí recostada… agonizando, un sufrimiento demasiado frío y acusador que bien sabía, no lo dejaría dormir durante el resto de sus días.
 Mirando a su alrededor vislumbró destrucción en todo su apogeo sintiendo así, desolación, enfado, miedo, todo tipo de sentimientos característicos de un humano desconectado del raciocinio y conectado con su lado animal. En forma de viento, la calma intentaba consolarlo, se preguntaba cómo llegó ahí sin tener la más mínima miga de pan que le guiara por el camino.
Sus ojos dejaban ver una telaraña rojiza delatora de cansancio, miró su mano, tenía un trozo de cristal de una ventana recién rota, ese calor emanado provenía de la sangre escurridiza y cálida liberada por su mano al cerrar el puño por acto reflejo del miedo pero no sentía dolor debido al clima álgido.

Después de familiarizarse con el entorno, bajó la mirada para contemplarla recostada, (era la esperanza quien estaba agonizante), miró fijamente a esa esperanza tendida en el suelo, la recordó en sus mejores tiempos, fuerte e imponente. ¿Quién pensaría verla en esas condiciones ahora?

Un pensamiento oscuro se apoderó de él, “la esperanza siempre muere al último, pero ¿si acabo con ella antes?, demostraré que soy superior”, mil veces pensó lo mismo hasta el punto de querer arrancarse la cabeza y arrojarla lejos. Sin más preámbulos apretó fuerte el trozo de cristal, lo elevó hasta alcanzar una altura donde el sol se proyectaba en diversos colores a través del vidrio (la esperanza lo veía fijamente pero con debilidad), clavó el cristal justo en su propio estómago, él no pudo asesinarla, se clavó el cristal así mismo porque creyó que la esperanza siempre debía morir al último, aunque siempre estuviera agonizante, la esperanza debe morir al último.

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