Taurino era el menor de todas sus hermanas; por
consiguiente: el único varón, después que su padre, muy estricto por cierto,
expresara a su madre con voz amenazadora el deseo de tener un varón y si su
deseo no era cumplido, ella recibiría tormento desmedido. La pobre señora
desconsolada rezó a todos los santos habidos y por haber que la criatura
residente en su vientre fuera un varón. Fue un milagro anunciado, el buen
Taurino había nacido sano y salvo y listo para adquirir todos los conocimientos
así como carácter áspero de su padre. Una tarde, Taurino ya con pelo encanecido
y una vida recorrida equiparable a la de diez personas; se sentó frente a la
ventana de su casa notando en el viento un aviso de lluvia torrencial
complementado con abundantes nubes de tono grisáceo acercándose a negruzco. Las
primeras gotas comenzaron a caer estallando en el suelo, recordándole su vida,
las primeras aventuras en su pequeño pueblo donde una vez fue presidente, cada
gota era un paso dado. Si sumara los pasos caminados a lo largo de su vida, tal
vez hubieran sido suficientes para dar varias vueltas al mundo, cada gota
también representada sus amoríos los cuales fueron bastos pero también lo
fueron las decepciones. De repente sucedió lo inesperado, la lluvia se encontraba
en su máximo esplendor cuando el granizo hizo su presencia, bolitas de hielo
golpeaban el cristal de la ventana y le recordaron los golpes de la vida que
arden dejando huellas socavadas en lo profundo de la piel. Ahí estaba Taurino
frente a la ventana viendo pasar el tiempo contando los segundos en gotas de lluvia
mientras su escudo de cristal le protegía de esas partículas de hielo que le
acechaban. Justamente esa tarde, Taurino había decidido marcharse pues quería
conocer un lugar nuevo del que su esposa le había hablado hace tiempo y ni el
granizo le impediría romper la puntualidad de tomar su tren dirigido por un maquinista
de manos frías y mirada oscura. Cuando el granizo caía pudo ver cómo se
deshojaban los ciruelos, los limoneros y los rosales haciéndole una alfombra
naturalmente colorida esperando ansiosa a ser pisada por un rey. Taurino se
marchó esa tarde, después de la granizada, después de resignarse a dejar atrás
todo y comenzar de nuevo.
0 comentarios:
Publicar un comentario