Con esto de las olimpiadas ese ímpetu glorioso deportista
brota de la nada, dan ganas de desempolvar ese par de tenis de atletismo y
salir disparado a competir con las señoras que corren a sus clases de zumba por
las mañanas, se siente la libertad, las piernas y brazos comienzan a recordar
poco a poco su objetivo: cazar, correr, zancada tras zancada. La maquinaria
parece estar en buen estado, al menos los engranes se ven completos. Los
pulmones le vuelven a hablar al corazón pues estaban peleados. De pronto brota
Usain Bolt del interior, comienza la persecución cuando sueltan a la bestia que
devora, el tiempo; inicia el cronómetro, una pelea ardua contra los segundo
se desata, pareciera eterna, los segundos usan ropa aerodinámica y el cansancio hace su
presencia metiendo freno de mano, los pulmones chupados asemejando a una lata
de Coca-Cola apachurrada. Tiemblan las piernitas temiendo desvencijarse. El sudor hace su presencia después de mucho
tiempo. Hace tiempo ya no corría así, creo que se ve más entretenido,
divertido, en la televisión.
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