Hunter sabe cómo armar la bomba, incluso como volver a
desarmarla pero no le importa, está a punto de estallar y nunca estalla, enciende
el detonador esperando ver ráfagas de luz incandescente destruyendo todo a su
paso, pero no pasa nada, parece una mala broma, no enciende el detonador por
más presión que ejerce. Maldita sea, se decía, le dan ganas de desarmar la
bomba y verificar que el detonador esté correctamente instalado. Se le hace más
un nudo en la garganta no por el hecho de que estalle la bomba, sino de ver
fracasados sus intentos por estallar junto a ella. Si la bomba fuera de pólvora
húmeda, bastaría con cambiar la pólvora, pero esta no, tiene encendido
electrónico. Otra vez vuelve a presionar el detonador y no estalla. Algo dentro
de él le obliga a desistir. No desiste, no lo hará, la perseverancia de Hunter
sirve tanto para lo bueno, como para lo malo, bastará con satisfacer el
objetivo para saciar la bestia insaciable que le ronda en la mente.
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