Hunter creía ver el futuro de esta humanidad estancado, todo
se ha ido al caño, se decía, los juicios morales y las buenas conductas se
extinguen suavemente de esta sociedad, de la raza humana, de la faz de la
tierra, cubriéndose de polvo de olvido, solo saldrá al descubierto si se frota
con fuerza. La conveniencia propia asoma la cara y cada vez más mete todo el
cuerpo, sus ojos rojos de desvelo destellaban, se agrietaban mientras Hunter
seguía haciendo sus deducciones, sus conclusiones y decidiendo si debía oprimir
el botón rojo capaz de extinguir todo lo que se mueva en este planeta, el
diluvio se quedaría corto, sería aún más catastrófico. Ninguna especie se
salvaría. Entonces un joven se levantó de su asiento al llegar a la base de la
ruta en la cual también viajaba Hunter. Adelantó el paso para bajarse primero
que todos, extendió sus manos ayudando a cada una de las mujeres al final de
los escalones, las ayudaba a descender, no le importó si era joven, anciana,
casada o soltera, gorda o flaca. Ese joven le dio una nueva oportunidad a este mundo, en general ese día fue muy extraño para Hunter, la gente se saludaba y pedía las cosas cortésmente, se disculpaban por algún agravio cometido, un día tan extraño. Ojalá todos los días fueran así de extraños.
0 comentarios:
Publicar un comentario